¿El corazón es sabio?

 

De entrada la respuesta contundente es No. Estoy por concluir el más reciente de los libros del famoso escritor canadiense Robin Sharma: “La riqueza que el dinero no puede comprar”; debo decir que ha sido un magnífico obsequio en mí pasado cumpleaños de parte de mi dilecto amigo, el Dr. Servando Nava Echeverría, quien le atinó a uno de mis pasatiempos preferidos. Justo he leído este día el capítulo 161 en la última de las 8 formas de riqueza (págs. 363-364) cuyo título es: “El corazón es más sabio que la cabeza”. No entraré en detalles sobre el mismo, solo me ajustaré estrictamente a las funciones que el corazón desempeña totalmente diferentes de las que realiza nuestro cerebro.

Desde siempre, la historia nos ha mostrado que los seres humanos hemos considerado que el corazón tiene que ver con nuestras emociones, con cuestiones inherentes a los sentimientos y que si obramos bien o mal ese órgano de nuestro sistema cardiovascular tiene una importante intervención y que incluso decisiones vitales en nuestro diario acontecer se generan en el mismo, lo cual no tiene ningún fundamento ni lógica alguna, pero la humanidad sigue pensando, insiste y admite que es cierto, desde las antiguas civilizaciones como las prehispánicas en las que se extraía el corazón en ritos salvajes de bellas doncellas o de sumisos adversarios después de una invasión o de una guerra; es el caso de los aztecas, quienes ofrecían a sus dioses tan preciado órgano en el que creían que radicaba el alma.

En realidad el corazón funciona como la batería de un vehículo de motor y en el momento que falla puede suceder la muerte. Es el primer órgano que funciona desde que el futuro ser humano es un embrión y a partir de ese momento lo hará toda la vida, “como una doble bomba incansable y precisa que fuerza a la sangre a circular por todo el cuerpo a través de la inmensa red de vasos sanguíneos, hasta 3,000 millones de veces en la vida”./ “El cuerpo humano”. Steve Parker.DK. No es mi intención entrar en pormenores relacionados con la anatomía y fisiología del corazón, lo trascendente es que dadas sus funciones es imposible adjudicarle aquellas que sí corresponden a nuestro cerebro, motor de nuestra existencia; puede decirse que incluso el corazón tiene una estricta dependencia de aquel para su funcionamiento.

Es el cerebro un órgano asombroso y tan complejo que aun la ciencia médica no termina por descubrir todo lo que realizan, por así decirlo, las más de 100,000 millones de neuronas que se hallan en las diversas regiones que forman parte de un órgano que llega a pesar alrededor de 1.5 kilogramos en un hombre y 1.3 en una mujer. Así es que el corazón nada tiene de sabio, en todo caso el sabio es nuestro cerebro, metafóricamente hablando. He dicho que en él radica nuestra alma, “la chispa divina”. El cerebro controla y coordina infinidad de las funciones de nuestro cuerpo como el pensamiento, emociones y comportamiento <lo que pensamos y sentimos>, la capacidad de aprender y resolver problemas; gracias a él tenemos memoria del pasado y del presente de nuestras vidas y la manera como nos movemos; regula muchas cosas de las que apenas uno se da cuenta, tal es el caso del latido del corazón, la respiración y el complicado proceso de la digestión. En él se localizan estructuras relacionadas con el lenguaje, la sed, el hambre y la saciedad.

A pesar de lo dicho la humanidad no modificará la idea que tiene acerca del corazón. Por siglos ha permanecido en el arte, en la música, en la poesía. Los enamorados expresan sus sentimientos amorosos a través de él, les late más aprisa en el acercamiento de sus rostros, de sus cuerpos y por ello lo consideran como un símbolo del amor. También lo relacionan con los actos y actitudes que asumimos conocidos como valores o sus contrarios, los antivalores

Vuelvo al libro de Robin Sherma, el también famoso conferencista, asesor y guía de cientos de personajes: menciona al corazón no pocas veces en las casi 400 páginas de su maravilloso libro y así ha ocurrido con los más destacados autores de obras literarias extraordinarias.

Debo concluir este texto expresándoles fraternalmente que disfruten de una feliz Nochebuena y una grata Navidad y en el calor de su hogar sientan la presencia del divino redentor.

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