Huracanes Dolores y Paulina en Oaxaca

 Se ha atribuido con evidencia científica a los efectos del cambio climático que sufre nuestro planeta la cada vez más frecuente cantidad de huracanes con mayor grado de peligrosidad, calificándolos en calidad de verdaderas “bestias”, como ha sucedido en los últimos años y particularmente en el 2023 y 2024 con los fenómenos meteorológicos “Otis” y el “John” que devastaron en México la ciudad y puerto de Acapulco en el estado de Guerrero, con un grado V en la escala de Safir-Simpson. Otros más, como el “Helen” causaron muchos daños en el último año en el estado de la Florida en los Estados Unidos de América, dejando una estela de muertos y desaparecidos y un costo incalculable por la destrucción de bienes inmuebles y de otra naturaleza.

Mi experiencia en el manejo sanitario asistencial de este tipo de fenómenos data desde el lejano 1974, cuando atendí la indicación del Dr. Juan Cedeño Ferreira, entonces Jefe de los Servicios Coordinados de Salud Pública en el estado, hoy Servicios de Salud de Oaxaca, SSO. En aquel tiempo, con el apoyo del comandante de la Zona Militar con sede en Puerto Escondido, me vi en la necesidad de trasladarme en un helicóptero de las fuerzas armadas con dos de mis colaboradoras, enfermeras del Centro de Salud Urbano No. Uno de la Ciudad de Oaxaca. Nuestro desempeño consistió en visitar las localidades más afectadas, mismas que habían quedado incomunicadas; menciono algunas de ellas: Chacagua, Collantes, Santo Domingo Armenta, Bajos de Chila, Santa Rosa de Lima, Corralero y Río Grande. Nuestra misión preponderantemente tuvo que ver con el fomento y la educación para la salud, aplicación de biológicos, consulta médica y dotación de medios para clorar el agua para consumo humano. Volamos varios días atravesando la laguna de Manialtepec a baja altura por los fuertes vientos que todavía se sentían en la región.

Casi 25 años después, (1997) cuando me desempeñaba en el cargo de Director de Regulación y Fomento Sanitario de los SSO, me correspondió participar con varias brigadas de verificadores sanitarios una vez que el poderoso huracán Paulina, con un grado IV en la escala de Safir Simpson, y vientos máximos fueron de 215 kms/hora y rachas de hasta 240 kms/hora tocó tierra en Oaxaca el 8 de octubre de ese año, cerca de Puerto Escondido. Fue uno de los huracanes más destructivos, mortíferos y costosos en México durante la segunda mitad del siglo XX. Según los datos oficiales 207 personas fallecieron, 200 desaparecieron y 52, 000 perdieron su vivienda; además se calcularon pérdidas materiales por millones de dólares. Los daños fueron comparables a los causados por los huracanes Gilberto e Isidoro, que en 1988 y 2002 azotaron la península de Yucatán.

Estuve al frente de mis colaboradores en la localidad de Puerto Escondido. Nuestra sede fueron las oficinas de la Jurisdicción Sanitaria No. 4, cuyo titular era el Dr. Sergio Carrillo Pérez. Por cierto, le comenté que tenía un desastre interno, porque todas las áreas de la oficina central estatal y de nivel federal que llegaron a Puerto Escondido para desempeñar su plan de trabajo, arribaron a la Jurisdicción Sanitaria para que funcionara como sede de sus actividades, de tal manera que la situación imperante se volvió un verdadero caos.. Montamos un operativo para proceder a cubrir de cal los cadáveres de los animales, verificar la calidad del agua en pozos, albercas, cisternas de hoteles, empresas purificadoras de agua y fábricas de hielo, distribución de cloro y sales de plata a la población, desarrollo de pláticas a manejadores de alimentos, etc.

Durante el operativo recibimos la visita del Dr. José Meljem Moctezuma, Director General de Calidad Sanitaria de la Secretaría del ramo, quien supervisó nuestras actividades. Viajamos en mi vehículo oficial y nos encontramos un panorama pavoroso al llegar a lo que era el Río de la Arena y para llegar a Pinotepa Nacional tuvimos que viajar en panga sobre las aguas turbulentas de dicho río sujetos de una cuerda, mientras vimos sobrevolar la región a cuatro helicópteros “Puma”; en uno de ellos iba el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León con el gobernador del estado Diódoro Carrasco Altamirano. Fue una experiencia que no olvidaremos jamás.

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