¿El trabajo de menores de edad es deleznable?

 El magnífico reportaje de la compañera de nuestra casa editorial Giovanna Martínez, con el encabezado “Trabajo infantil en Oaxaca: una lucha interminable”, publicado en la primera sección del diario el pasado tres de agosto, me hizo recordar mi artículo que se publicó el cuatro de julio del 2015 con el título: “Niños que trabajan” en el que presenté datos del informe “La experiencia mexicana en la reducción del trabajo infantil” desarrollado por el programa Understanding Children´s Work (UCW) que depende del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Banco Mundial y la Organización del Trabajo (OIT) y cuyos investigadores fueron Marco Raxanti, Lorenzo Giarcello, Scott Lyon y Pilar Campos; aclaro que los datos de ese estudio correspondieron a los años 2011 y 2012; en ese entonces trabajaba en nuestro país poco más de tres millones de niños de entre 6 y 17 años (11% de los niños de esa edad en México).

De alguna manera existen coincidencias entre ambos documentos en cuanto a las causas del trabajo infantil en nuestro país y en el caso de la capital oaxaqueña. En el reportaje de Giovanna Martínez se señala la detención de individuos sin escrúpulos que obligaban a nueve niños del estado de Chiapas a realizar un trabajo con un horario excesivo, dedicándose los menores a la venta de dulces y cigarros en céntricas calles de nuestra ciudad y manteniéndolos en condiciones de pobreza, hacinamiento, insalubridad y contaminación del ambiente. Se trata, en suma, de una forma de explotación infantil como existe en el caso de la prostitución sexual a tan temprana edad. Los datos de que se vale para su exposición se fundamentan en fuentes locales pero también en informes del INEGI y de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil, instrumentos que consideran a nuestra entidad entre las que se observa un porcentaje significativo de niños que se emplean en las áreas urbana y rural. Así mismo hace alusión al Atlas del Trabajo Infantil: Niñez y adolescencia trabajadora en México y localmente de la información obtenida de la ONG Centro de Apoyo al Niño de la Calle de Oaxaca (Canica)..

Es verdad que ningún niño debiera de trabajar y sí disfrutar de todos los derechos consagrados a nivel universal, pero es bien sabido en México que en el área rural los usos y costumbres involucran a los pequeños desde muy corta edad a incorporarse y participar en las faenas agrícolas, en los pequeños huertos familiares, en el pastoreo del ganado caprino y bovino y en los muy variados trabajos domésticos según su sexo. Dichas actividades son muy difíciles de modificar y forman parte de la cultura de nuestras comunidades; al respecto hay que analizar hasta qué punto es posible modificar lo que proviene desde tiempos ancestrales y los efectos nocivos que se pueden causar si se intenta introducir lo que creemos que debe cambiar la vida interna de las familias y sociedades rurales. Lo que sí es correcto es la conveniencia de influir en el cambio en la mentalidad de los padres de familia para que sus hijos estudien y aspiren a mejores estadios de vida con el sano objetivo de que las nuevas generaciones se desarrollen y alcancen un mejor nivel de vida para su bien y de la sociedad en su conjunto.

En el caso de las áreas urbana y suburbana la situación es distinta. Distingamos a los niños que son obligados a emplearse hasta en situaciones ruines y perversas, delitos que deben ser tratados penalmente y aplicarse todo el peso de la ley. La otra cara de la moneda son aquellos menores de edad que dada la pobreza de sus familias contribuyen con su energía a su sobrevivencia pero también se aplican a su educación básica apoyados e impulsados por sus padres o por madres solteras. Fui uno de esos niños que desde los 8 años aprendí a ganarme la vida trabajando hasta que cumplí los 16; me enorgullece haberlo realizado sin la presión de mis padres en un hecho que forma parte de la cultura del esfuerzo. Todo eso lo expreso en mi libro “Mi autobiografía, lo que recuerdo”, con registro certificado del INDAUTOR de fecha 18 de noviembre del año 2020. Mis hermanas y hermanos también lo hicieron y hoy son personas exitosas y buenos ciudadanos. Nos sumamos, con ese logro a millones de niños de México con nobles aspiraciones.

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