A salir del eterno marasmo de Oaxaca
Si México ocupa uno de los últimos lugares entre poco más de una treintena de países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE, en nuestra nación el estado de Oaxaca figura desde tiempos ancestrales entre las tres entidades federativas con menor grado de desarrollo social y económico. Tengo 53 años que llegué a la capital de Oaxaca, aquí me quedé, me casé y formé una familia. Dediqué más de 45 años al servicio público en tareas inherentes a mi especialidad como médico graduado en la UNAM y con posgrado en Salud Pública. En el ínterin de poco más de cinco décadas he visto transitar 12 administraciones estatales, incluido el actual, y la pregunta obligada es: ¿Por qué Oaxaca permanece como si no pasara nada?, como sumida en un largo letargo, mientras que las demás han tenido un evolución diferente; me refiero principalmente a las del centro y norte del país, y también el sureño Yucatán. Seguimos viviendo del presupuesto federal en gran medida y las grandes obras que se han construido han sido con fondos federales como los hospitales, el HRAEO es un ejemplo, y las supercarreteras. Los que han gobernado han hecho lo que les ha permitido su raquítico presupuesto, también preponderantemente federal, pero en general se han dedicado más a desfacer entuertos políticos, agrarios y sindicales cada uno de los años de sus respectivas administraciones, que ha resolver con obras de gran impacto los múltiples problemas que aquejan a la sociedad en las ocho regiones de la entidad. Un vez que han concluido su gestión han optado por marcharse, para continuar su carrera política y hasta ahí terminó su eventual compromiso sexenal. Es realmente preocupante que, como expresa “Juan pueblo”, no pasamos de “perico-perro”.
Entre los estados con mayor grado de desarrollo económico y social, comparados con el de Oaxaca existe un mundo de diferencia. Presumen sus ejecutivos impresionantes inversiones locales y del extranjero. Se nota su riqueza cuando uno tiene la oportunidad de visitarlos y cruzar sus ciudades con amplias vialidades, innumerables pasos a desnivel, obras bien cuidadas, donde se nota que se mantiene un programa permanente de conservación y mantenimiento, con bulevares que da gusto verlos con sus áreas verdes en donde se observa una gran variedad de flora. En ellos se concentra la industria que sostiene a nuestro país y en donde tienen empleo miles de mexicanos, lo que permite la manufactura de bienes de elevada calidad, como es el caso de la industria automotriz, cuyos vehículos son objeto de exportación. Ahí sí disponen de servicios públicos de primera, verdaderos centros de convenciones, museos, parques de diversiones e inmuebles para el entretenimiento de la ciudadanía, teatros, recintos para la ciencia, etc.En cambio, en entidades con demasiado atraso como el nuestro, donde nos conformamos con la industria sin chimeneas, la carencia de empleo ha derivado en un incremento de las actividades informarles. Nuestras ciudades lucen descuidadas, grafiteadas, sucias, con topes por todos lados, calles que son objeto de deficientes acciones de bacheo y otras que requieren volver a ser pavimentadas, áreas verdes y camellones en franco deterioro; al respecto, pareciera que no se dispone de personal responsable de atender permanentemente la problemática señalada. Algo así como dejar pasar el tiempo nada más. En cada sexenio los titulares del poder ejecutivo presumen una que otra obra sin mayor trascendencia para el desarrollo global del estado con la consecuente desilusión de la ciudadanía. Lo peor es que generalmente se inician inmuebles que luego quedan en obra negra o simplemente la “primera piedra” que se colocó, en el olvido.
Ahora, por fin están concluidas o por terminarse las carreteras que unen a la capital con las regiones de la costa y el istmo; está en veremos la culminación del proyecto federal del tren Transístmico o Interoceánico. Ojalá que la idea de la creación de polos de desarrollo como producto de dichas obras conduzca por fin a sacarnos del eterno marasmo en que hemos vivido. Y otras obras de gran calado. ¿Salomón Jara pasará a la historia como ninguno de sus predecesores?
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