¿Logró la 4ª transformación mejorar el nivel de salud en México?

 Una de las políticas públicas de un país, de la mayor trascendencia, es la que está dirigida al cuidado y mantenimiento de la salud. Por ello, pese a los raquíticos presupuestos que los gobiernos federales y estatales le dedicaron en el pasado a ese rubro, nuestra nación avanzó paulatinamente, sobre todo a partir de la década de los años 40´s del siglo XX, a tal grado que el panorama epidemiológico se modificó repercutiendo en significativos descensos de las causas de la morbilidad y de la mortalidad, lo que se tradujo en el incremento de la esperanza de vida al nacer hasta alcanzar un promedio de 75 años en el año 2018. Y hago énfasis en la década de los años 40´s porque en ese periodo se crearon las grandes instituciones del sector público: la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, el IMSS-COPLAMAR, y los Institutos Nacionales de Salud, que han alcanzado un gran prestigio internacional por el nivel de atención que brindan, por ser grandes semilleros de médicos de múltiples especialidades y por haberse constituido en los principales centros de investigación de México. Se crearon los Laboratorios Estatales de Salud Pública y se inició la construcción y operación de los llamados Hospitales Regionales de Alta Especialidad en varias entidades federativas, incluido nuestro estado.

Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que la infraestructura de servicios de salud de primero y segundo nivel en todo el país avanzó a pasos agigantados en beneficio de la población en general, aunque con prioridad a la que se ha dado por llamar la más vulnerable, la que se localiza en la periferia de las ciudades y en el área rural. En un tramo de poco más de medio siglo los programas dedicados a la prevención, tratamiento y control de las enfermedades, llegaron al punto de ser considerados como un ejemplo a nivel mundial por parte de la propia Organización Mundial de la Salud. En efecto, se avanzó en infraestructura a partir del último tercio del siglo XX; se generaron programas de atención al área rural y con todo ello se incrementó la cobertura de los servicios aún con la situación bien señalada por la OCDE, caracterizándose por ser un Sistema Nacional de Salud fragmentado, híbrido; pero aun así en franco desarrollo, como pudo observarse a partir de la creación del Programa de Protección Social en Salud, conocido como Seguro Popular a partir del 2003. También los avances se dieron en materia legislativa al constituirse la Secretaría de Salud en 1984, luego la Ley General de Salud en esa misma gestión federal y en las normas técnicas de atención.

Para el año 2018, por los motivos que ya han sido ampliamente comentados la población se volcó en las urnas durante las elecciones y el panorama político y administrativo se modificó sustancialmente. Fue el momento que la población esperaba luego de una transición fracasada y la salud pública se veía, junto con educación, como dos de los ejes vitales del nuevo rumbo que tomaría el país. Pero antes al contrario, la atención sanitaria y asistencial se convirtió en poco más de cinco años en una de las más graves catástrofes que haya sufrido el sector, atribuyéndose erróneamente a los efectos producidos por la pandemia del COVID 19. Esta emergencia sanitaria mundial fue pésimamente manejada por las autoridades desde el más alto nivel, comenzando por el propio presidente de la República. Todo se desorganizó, tanto la atención asistencial como la sanitaria. Se cometió error tras error hasta el grado de que la esperanza de vida al nacer retrocedió de 75 a 71 años. Algo inaudito. Son ampliamente conocidos todos los efectos de este gran retroceso en salud, por lo que es una vergüenza, una burla y una brutal mentira afirmarle al pueblo de México de una supuesta transformación que no ocurrió y que ha sido todo lo contrario. La prueba más contundente fue el fracaso del INSABI y que al término de esta lamentable gestión federal solo tendremos un remedo de “Sistema Nacional de Salud”, tal vez el peor de la OCDE.

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