El nacimiento de Cristo, fundamento de la Navidad

La mediática difusión de las celebraciones decembrinas dio inicio tan luego concluyeron los festejos del llamado mes de la Patria. De manera simultánea comenzaron a aparecer en los medios masivos de comunicación imágenes y videos relacionados con la costumbre “muy mexicana” de recordar a nuestros familiares fallecidos, es decir lo que se conoce como “fieles difuntos” y la tan esperada temporada del famoso periodo “Lupe-Reyes”. Lo mismo observamos en las tiendas departamentales una extensa variedad de ropa y otros atuendos para copiar la manera como entienden los norteamericanos su “Halloween” y en todos los sitios donde se expende lo que conocemos como “pan de muerto” en una impresionante cantidad de presentaciones, y acomodados en aparadores y en sitios estratégicos toda clase de productos relacionados con la Navidad comercial: árboles naturales, árboles artificiales profusamente adornados y sumamente iluminados para llamar poderosamente la atención de la clientela, sobre todo de los menores de edad, además de toda una gama de productos propios de esta época final del año como son los adornos para el mobiliario y fachada de las casas habitación e inclusive centenares de juguetes como un adelanto de lo que Santa Claus y después los Reyes Magos se encargarán de obsequiarlos a la niñez con singular alegría de por medio.

La realidad es que la mercadotecnia de las empresas se dispara en el último trimestre del año, incluyendo en el mes de noviembre el denominado “buen fin”; el caso es que la población gaste, y gaste mucho, de acuerdo a sus posibilidades, cualquiera que sea su condición social, aunque con esa manera de tomar decisiones los más vulnerables tengan que enfrentar posteriormente la más cruda realidad por sus excesos en la forma de emplear sus recursos económicos. Diciembre es un mes para derrochar, despilfarrar lo poco que se tiene, en el caso de las familias de clase baja (recordar que pertenecer a la clase media significa que no se tiene la necesidad de trabajar para vivir, pues el poder económico es tal que permite vivir con comodidad). Es un periodo en el que las ofertas están a la orden del día, no se diga en materia de licores, el caso es acabarse el aguinaldo, bonos, ahorros y otros ingresos de fin de año, y acordarse de que “el dinero va y viene” y que se hizo para gastarse, ¡que caray! y si se trata de lo que se va a degustar en la Nochebuena o en la cena de fin de año pues hay que comprar de todo: Pavo o pierna de cerdo en sus distintas versiones culinarias, pastas de todo tipo, sobre todo el tan traído espagueti a la boloñesa, romeritos, bacalao a la vizcaína, pollos rellenos e infinidad de postres de todos colores y sabores. ¡Ah!, y por supuesto hay que tener preparado en casa toda clase de frituras, de comida chatarra, refrescos de cola, agua mineral y otros alimentos que complementen la charla mientras se sirve la cena.

No falta en cada hogar un árbol muy adornado, pero cada vez menos el antaño tradicional Nacimiento; en lugar de este se acomodan en derredor de aquel las cajas de los regalos que habrán de repartirse esa noche. Destaca sobremanera la figura de Santa Claus en todas partes y en los comerciales, y festejar la Navidad es ahora darse un abrazo, recibir el esperado regalo y terminar la fiesta hasta el amanecer. Del nacimiento de aquel que vino al mundo para perpetuarse por los siglos de los siglos y del que se generaron religiones que le rinden culto en todo el mundo, ya casi es un bello pasado. Hoy las nuevas generaciones desconocen por qué celebramos la Navidad. Simplemente se abandonan ruidosamente a las llamadas fiestas decembrinas. Hedonismo puro.

Quienes nos apegamos a la tradición que nos enseñaron nuestros padres nos reunimos en familia para celebrar el magno acontecimiento ante la Sagrada Familia, cenamos de manera moderada y decimos salud con sidra, una copa de vino o con alguna bebida alcohólica; llegadas las 12 de la noche nos abrazamos con amor, con cariño y nos entregamos a sanas charlas de sobremesa alrededor de nuestro árbol y nacimiento. Les invito y exhorto a recordar el fundamento vital de la Navidad, deseándoles Paz y felicidad. Por ello, digamos sanamente: ¡salud!

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