Presupuesto en salud. Prioridades
En unos cuantos días más terminará el 2018. Como se acostumbra decir cada fin de año, diciembre nos induce y nos da motivos para la reflexión, acerca de los acontecimientos que dejaron profunda huella en nuestra vida personal, familiar y en la sociedad. Hay tanto en que pensar y tanto que decir en silencio o de manera verbal, pero en este artículo únicamente emitiré algunos comentarios relacionados con lo sucedido en materia de salud pública, en un año que será determinante, por todo lo que está por venir en los próximos seis años en México.
Como lo expresa en su reciente libro el Dr. Pablo Kuri Morales Subsecretario de Promoción y Prevención de la Salud federal hasta el pasado 30 de noviembre (“Crónica del acontecer epidemiológico en México”. Pág. 88): … “Hoy la inversión en salud está mucho más cargada a la parte asistencial, al enfermo, cuando todo lo anterior (los avances observados en materia de prevención <nota mía>) demuestra que francamente debiera estar, por lo menos, balanceada entre lo preventivo y lo curativo. Y en el discurso está que vamos hacia la prevención”. Fin de la cita. Y así ha sido en la realidad, pero a pesar de que la tendencia en el gasto en salud se ha dirigido de manera significativa a crear infraestructura de segundo y tercer nivel, e incluso centros hospitalarios de alta especialidad para la atención médica del individuo enfermo, la verdad más cruda y cruel es que una de las quejas más frecuentes en casi todo el país es la carencia de recursos humanos, medicamentos, material de curación y de toda clase de insumos para la atención médica en esos establecimientos, (aquí incluyo los del primer nivel de atención <casas y centros de salud>), comprendidos en las partidas presupuestales del gasto corriente.
Pareciera que las voces de los salubristas no han permeado hasta los responsables de apoyar las políticas públicas en materia de salud, que permitan hacer realidad la protección de ese derecho consagrado en nuestra Constitución. Tampoco han encontrado eco en los integrantes del poder legislativo para acrecentar, con su concurso, el porcentaje del Producto Interno Bruto dedicado a salud, cada vez que discuten y aprueban el presupuesto anual de egresos de la federación. Es lamentable que el incremento del gasto destinado a salud no sea significativo; por ello la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE, nos mantiene entre los últimos países miembros, de los 36 que la integran. El problema es mayor cuando los recursos no se destinan apropiadamente para atender las prioridades de nuestro país, desviándose ilegalmente para subsanar otras necesidades o se dilapidan por servidores públicos que nadan en el fango de la corrupción.
He dicho y lo sostengo, que es importante construir, equipar y poner en operación hospitales de distinto nivel en nuestro país, pero es menester mantenerlos en óptimas condiciones de funcionamiento para ofrecer una atención de calidad. Pero eso no sucede precisamente en lo que pretende ser el sistema nacional de salud. Insisto en que se requiere fortalecer la atención primaria y por ende la infraestructura del primer nivel de atención, ahí donde se ofrecen servicios para la prevención de las enfermedades, para la promoción de la salud, para la prevención, diagnóstico temprano y tratamiento oportuno de las enfermedades crónicas, para limitar el daño de las discapacidades, todo lo cual tiene infinitamente un menor costo si se le compara con la atención médica especializada.
Aquí cabe que yo haga énfasis en que los Dres. Mercedes Juan López y José Narro Robles, titulares de la Secretaría de Salud Federal los pasados seis años obraron con inteligencia, conocimientos, sabiduría y buena fe, pero se toparon para su actuación con barreras de orden administrativo por parte de las dependencias responsables de las finanzas a nivel federal y estatal, por la desatención de los integrantes del poder legislativo y por actos de corrupción en el propio sector salud, que no permitieron el pleno desarrollo de su misión. Por ello el desafío es enorme para lograr, de manera coordinada y transversal, un sistema nacional de salud de calidad.
Como lo expresa en su reciente libro el Dr. Pablo Kuri Morales Subsecretario de Promoción y Prevención de la Salud federal hasta el pasado 30 de noviembre (“Crónica del acontecer epidemiológico en México”. Pág. 88): … “Hoy la inversión en salud está mucho más cargada a la parte asistencial, al enfermo, cuando todo lo anterior (los avances observados en materia de prevención <nota mía>) demuestra que francamente debiera estar, por lo menos, balanceada entre lo preventivo y lo curativo. Y en el discurso está que vamos hacia la prevención”. Fin de la cita. Y así ha sido en la realidad, pero a pesar de que la tendencia en el gasto en salud se ha dirigido de manera significativa a crear infraestructura de segundo y tercer nivel, e incluso centros hospitalarios de alta especialidad para la atención médica del individuo enfermo, la verdad más cruda y cruel es que una de las quejas más frecuentes en casi todo el país es la carencia de recursos humanos, medicamentos, material de curación y de toda clase de insumos para la atención médica en esos establecimientos, (aquí incluyo los del primer nivel de atención <casas y centros de salud>), comprendidos en las partidas presupuestales del gasto corriente.
Pareciera que las voces de los salubristas no han permeado hasta los responsables de apoyar las políticas públicas en materia de salud, que permitan hacer realidad la protección de ese derecho consagrado en nuestra Constitución. Tampoco han encontrado eco en los integrantes del poder legislativo para acrecentar, con su concurso, el porcentaje del Producto Interno Bruto dedicado a salud, cada vez que discuten y aprueban el presupuesto anual de egresos de la federación. Es lamentable que el incremento del gasto destinado a salud no sea significativo; por ello la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE, nos mantiene entre los últimos países miembros, de los 36 que la integran. El problema es mayor cuando los recursos no se destinan apropiadamente para atender las prioridades de nuestro país, desviándose ilegalmente para subsanar otras necesidades o se dilapidan por servidores públicos que nadan en el fango de la corrupción.
He dicho y lo sostengo, que es importante construir, equipar y poner en operación hospitales de distinto nivel en nuestro país, pero es menester mantenerlos en óptimas condiciones de funcionamiento para ofrecer una atención de calidad. Pero eso no sucede precisamente en lo que pretende ser el sistema nacional de salud. Insisto en que se requiere fortalecer la atención primaria y por ende la infraestructura del primer nivel de atención, ahí donde se ofrecen servicios para la prevención de las enfermedades, para la promoción de la salud, para la prevención, diagnóstico temprano y tratamiento oportuno de las enfermedades crónicas, para limitar el daño de las discapacidades, todo lo cual tiene infinitamente un menor costo si se le compara con la atención médica especializada.
Aquí cabe que yo haga énfasis en que los Dres. Mercedes Juan López y José Narro Robles, titulares de la Secretaría de Salud Federal los pasados seis años obraron con inteligencia, conocimientos, sabiduría y buena fe, pero se toparon para su actuación con barreras de orden administrativo por parte de las dependencias responsables de las finanzas a nivel federal y estatal, por la desatención de los integrantes del poder legislativo y por actos de corrupción en el propio sector salud, que no permitieron el pleno desarrollo de su misión. Por ello el desafío es enorme para lograr, de manera coordinada y transversal, un sistema nacional de salud de calidad.
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