¿Hay viene la Navidad?
En un comercial que se proyecta en la televisión un personaje que demuestra una cara de asombro pregunta ¿Ahí viene la Navidad? al escuchar el ruido que produce un tumulto de personas que vienen de súbito hacia él; enseguida aparecen corriendo en escena quienes vienen haciendo barullo, uno lleva una charola con un pavo, otro luce un disfraz de reno, otros más cargan cajas con supuestos regalos. Tales imágenes tratan de impactar subliminalmente a los televidentes para que, compren, utilicen su dinero, para adquirir lo que anuncia el patrocinador del mensaje, alterándose con ello el sentido real de lo que significa la Navidad, porque eso que se transmite no tiene nada que ver con lo que la humanidad debiera celebrar. Casi por el estilo son todos los llamados “comerciales” que aparecen prácticamente desde mediados del mes de noviembre. Es la invasión de la práctica consumista que busca influir poderosamente en la sociedad para que adquiera toda clase de artículos, con la insistencia de que regalar es propio de estas fechas decembrinas. Así se expresa que lo mejor de la Navidad es obsequiar esto o aquello. El problema del gasto en exceso y no pocas veces superfluo no es para quienes les sobra el dinero, es dolorosamente para quienes con mucho esfuerzo y con gran entusiasmo esperan el cobro de su raquítico aguinaldo, pero que desafortunadamente se dejan llevar por las imágenes que invitan al derroche de sus escasos recursos, aunque después formen fila en el Monte de Piedad.
Es tiempo de Navidad, es cierto, y los grandes almacenes, las llamadas tiendas departamentales se “caen” de todo lo que ofrecen en estos días. Menos mal que las personas adquieran aquello que realmente necesitan sin que les signifique una pesada carga en su presupuesto; lamentablemente no solo emplean el total de su aguinaldo, pues la realidad es que aplican el clásico “tarjetazo”, con una o más tarjetas de crédito. ¡A gastar, pues eso es la Navidad! ¿O no? ¡A comprar vinos, licores o por lo menos cervezas, que de tales bebidas están hasta el tope los mencionados comercios! Es tiempo de beber hasta que el cuerpo aguante, si es posible todos los días en el llamado “Maratón Guadalupe-Reyes”, no solamente en cada “posadita”. ¿Es eso la Navidad? Bueno, pues eso es lo que ahora interpretan las nuevas generaciones que no se han visto inculcadas, fortalecidas en el seno de sus familias para conmemorar el nacimiento de Jesucristo hace más de dos mil años. Ahora es común que los jovencitos, hombres y mujeres, decidan irse a festejar a los antros con sus amistades una vez que dieron las 12 de la noche del 24 de diciembre, una vez que “cumplieron” con la tradición de darse un abrazo y expresar “¡Feliz Navidad!” con los integrantes de la familia e invitados a la cena de Nochebuena. Total, hay que desvelarse, bailar, fumar y otras cosas, si se puede, para llegar a casa hasta que amanezca. ¿Es eso la Navidad? Definitivamente no. Me niego a aceptar que se vaya acrecentando un hedonismo que trastoca la sana convivencia familiar en recuerdo del nacido en un humilde pesebre del pueblo de Belem, sin que ello quiera decir que no haya brindis y gratos momentos de solaz y esparcimiento tras la celebración de tan magno acontecimiento. Hoy, es más importante adquirir y adornar un árbol en franco menosprecio a la colocación del clásico nacimiento. Un árbol artificial que ha alcanzado precios estratosféricos en las tiendas departamentales de mayor prestigio, en donde, si de nacimiento se trata, se nos ofrece una versión que contrasta con lo que ocurrió hace 20 siglos, pues a los personajes nos los presentan estilizados y ricamente ataviados, como si en su tiempo hubieran formado parte de la elite de su sociedad, cuando en realidad era gente sencilla. Debiéramos impulsar los valores que necesitamos cuidar, para que se transmitan a las nuevas generaciones nuestras bellas tradiciones y no se pierda la esencia de lo que significa para nuestras vidas la llegada al mundo del divino redentor. Es conveniente vigilar que no se envilezcan nuestros hijos en fechas tan significativas para la humanidad; hacerlos copartícipes de tan magnas celebraciones en el calor del hogar. Recuperemos el sentido de la sagrada Navidad.
Es tiempo de Navidad, es cierto, y los grandes almacenes, las llamadas tiendas departamentales se “caen” de todo lo que ofrecen en estos días. Menos mal que las personas adquieran aquello que realmente necesitan sin que les signifique una pesada carga en su presupuesto; lamentablemente no solo emplean el total de su aguinaldo, pues la realidad es que aplican el clásico “tarjetazo”, con una o más tarjetas de crédito. ¡A gastar, pues eso es la Navidad! ¿O no? ¡A comprar vinos, licores o por lo menos cervezas, que de tales bebidas están hasta el tope los mencionados comercios! Es tiempo de beber hasta que el cuerpo aguante, si es posible todos los días en el llamado “Maratón Guadalupe-Reyes”, no solamente en cada “posadita”. ¿Es eso la Navidad? Bueno, pues eso es lo que ahora interpretan las nuevas generaciones que no se han visto inculcadas, fortalecidas en el seno de sus familias para conmemorar el nacimiento de Jesucristo hace más de dos mil años. Ahora es común que los jovencitos, hombres y mujeres, decidan irse a festejar a los antros con sus amistades una vez que dieron las 12 de la noche del 24 de diciembre, una vez que “cumplieron” con la tradición de darse un abrazo y expresar “¡Feliz Navidad!” con los integrantes de la familia e invitados a la cena de Nochebuena. Total, hay que desvelarse, bailar, fumar y otras cosas, si se puede, para llegar a casa hasta que amanezca. ¿Es eso la Navidad? Definitivamente no. Me niego a aceptar que se vaya acrecentando un hedonismo que trastoca la sana convivencia familiar en recuerdo del nacido en un humilde pesebre del pueblo de Belem, sin que ello quiera decir que no haya brindis y gratos momentos de solaz y esparcimiento tras la celebración de tan magno acontecimiento. Hoy, es más importante adquirir y adornar un árbol en franco menosprecio a la colocación del clásico nacimiento. Un árbol artificial que ha alcanzado precios estratosféricos en las tiendas departamentales de mayor prestigio, en donde, si de nacimiento se trata, se nos ofrece una versión que contrasta con lo que ocurrió hace 20 siglos, pues a los personajes nos los presentan estilizados y ricamente ataviados, como si en su tiempo hubieran formado parte de la elite de su sociedad, cuando en realidad era gente sencilla. Debiéramos impulsar los valores que necesitamos cuidar, para que se transmitan a las nuevas generaciones nuestras bellas tradiciones y no se pierda la esencia de lo que significa para nuestras vidas la llegada al mundo del divino redentor. Es conveniente vigilar que no se envilezcan nuestros hijos en fechas tan significativas para la humanidad; hacerlos copartícipes de tan magnas celebraciones en el calor del hogar. Recuperemos el sentido de la sagrada Navidad.
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