Protagonista del 68
Me encontré y saludé en el estacionamiento de Plaza del Parque a un personaje del movimiento estudiantil de 1968, el Lic. Sócrates Amado Campos Lemus, acompañado del Lic. Sergio Santibáñez Hampshire, buen amigo, ex Procurador General de Justicia del gobierno del Estado. Al verlos, lo primero que hice, además del saludo de cortesía, fue recordarles como tarabilla lo que me sucedió en el 68, cuando el ejército tomó los inmuebles e instalaciones de la UNAM. Fue un encuentro breve que me permitió sacar a relucir mis recuerdos sobre aquellos lejanos acontecimientos que cumplen 50 años de haberse desarrollado. No todos los días te encuentras a uno de los líderes más destacados del famoso Comité Nacional de Huelga y quise expresar que yo también fui protagonista de ese histórico acontecimiento social.
Efectivamente, cuando estalló ese movimiento a mediados de 1968, yo era alumno de la Facultad de Medicina, iba en 2º año y estaba por cumplir 20 de edad. Estaba en ciernes una gran generación de futuros médicos de nuestro país. Fui un protagonista más hasta que el ejército, con sus tanques, irrumpió el campus universitario la madrugada del 18 de septiembre, en una operación estratégica de pinza. Los meses previos había participado en las asambleas que se organizaban en las Facultades por el Comité Nacional de Huelga, planteles escolares cuyas actividades académicas y administrativas estaban paralizadas y en donde las barricadas estaban a la orden del día. Antes, estuve presente el 1º de agosto, en el acto en donde el Rector de la máxima casa de estudios de nuestro país, Ingeniero Javier Barros Sierra, izó la bandera nacional a media asta y pronunció su histórico discurso en contra de la violación de la autonomía de la UNAM y por la libertad de los estudiantes detenidos; enseguida, encabezó, hombro con hombro, la enorme “marcha del silencio”, que partió de la propia explanada de Rectoría, se encaminó luego hacia la avenida de los Insurgentes hasta doblar por la avenida Félix Cuevas; en ese trayecto, en medio de una pertinaz lluvia, entonamos el Himno Nacional; continuamos por la avenida Coyoacán para terminar nuevamente en la explanada de Rectoría. Desde ese momento ya nada detuvo el movimiento al que fueron sumándose multitud de planteles escolares de otras instituciones educativas y organizaciones de la sociedad civil.
Tengo en mis manos un libro, “¡El móndrigo! en cuya portada aparece la fotografía del cadáver de un joven, que fue descubierto en un pasillo del edificio Chihuahua, inmueble que en Tlatelolco fue mudo testigo de la terrible matanza que ahí ocurrió la tarde-noche del aciago dos de octubre. El título corresponde al apodo de dicho joven, cuyos apuntes sirvieron para que la Editorial Alba Roja los publicara en por lo menos dos ediciones, con el subtítulo de “Bitácora del Consejo Nacional de Huelga”. En la página 141 aparecen los nombres de algunos de los principales integrantes del Comité Nacional de Huelga, quienes se reunieron el 14 de septiembre, cuatro días antes del ingreso de las fuerzas armadas: Marcelino Perelló, Tita Avendaño, Roberto Escudero, Marcia, Fausto Trejo, Heberto Castillo y Sócrates Amado Campos Lemus. Ante 160 asistentes a esa reunión, representantes de 72 escuelas, “se batieron en tribuna” Mirón Lince, José Barragán, Sergio Tirado Quiroz, Tomás Hinojosa Balboa, Martha Servín Martínez, Javier Mastache y Ángel Verdugo Beltrán.
Fui uno de los detenidos en Ciudad Universitaria aquel 18 de septiembre; luego nos introdujeron en tráileres del ejército donde transportaban caballos. Nos llevaron al campo militar No. 1. Nos quitaron nuestras credenciales y las arrojaron por puños al piso. Con verdadero pánico nos mantuvieron de pie varias horas con los brazos cruzados detrás de la nuca. De madrugada un oficial dio la orden de que los seleccionados fuéramos liberados. Salimos a todo tren y nos perdimos en la oscuridad para llegar a nuestros domicilios. Dos semanas después sucedió la tragedia en la Plaza de las Tres Culturas; Gustavo Díaz Ordaz inauguraba las Olimpiadas 10 días después, con una ciudad “en paz”. No todo sería igual a partir de entonces en nuestro país. Fue un parteaguas en la historia nacional.
Efectivamente, cuando estalló ese movimiento a mediados de 1968, yo era alumno de la Facultad de Medicina, iba en 2º año y estaba por cumplir 20 de edad. Estaba en ciernes una gran generación de futuros médicos de nuestro país. Fui un protagonista más hasta que el ejército, con sus tanques, irrumpió el campus universitario la madrugada del 18 de septiembre, en una operación estratégica de pinza. Los meses previos había participado en las asambleas que se organizaban en las Facultades por el Comité Nacional de Huelga, planteles escolares cuyas actividades académicas y administrativas estaban paralizadas y en donde las barricadas estaban a la orden del día. Antes, estuve presente el 1º de agosto, en el acto en donde el Rector de la máxima casa de estudios de nuestro país, Ingeniero Javier Barros Sierra, izó la bandera nacional a media asta y pronunció su histórico discurso en contra de la violación de la autonomía de la UNAM y por la libertad de los estudiantes detenidos; enseguida, encabezó, hombro con hombro, la enorme “marcha del silencio”, que partió de la propia explanada de Rectoría, se encaminó luego hacia la avenida de los Insurgentes hasta doblar por la avenida Félix Cuevas; en ese trayecto, en medio de una pertinaz lluvia, entonamos el Himno Nacional; continuamos por la avenida Coyoacán para terminar nuevamente en la explanada de Rectoría. Desde ese momento ya nada detuvo el movimiento al que fueron sumándose multitud de planteles escolares de otras instituciones educativas y organizaciones de la sociedad civil.
Tengo en mis manos un libro, “¡El móndrigo! en cuya portada aparece la fotografía del cadáver de un joven, que fue descubierto en un pasillo del edificio Chihuahua, inmueble que en Tlatelolco fue mudo testigo de la terrible matanza que ahí ocurrió la tarde-noche del aciago dos de octubre. El título corresponde al apodo de dicho joven, cuyos apuntes sirvieron para que la Editorial Alba Roja los publicara en por lo menos dos ediciones, con el subtítulo de “Bitácora del Consejo Nacional de Huelga”. En la página 141 aparecen los nombres de algunos de los principales integrantes del Comité Nacional de Huelga, quienes se reunieron el 14 de septiembre, cuatro días antes del ingreso de las fuerzas armadas: Marcelino Perelló, Tita Avendaño, Roberto Escudero, Marcia, Fausto Trejo, Heberto Castillo y Sócrates Amado Campos Lemus. Ante 160 asistentes a esa reunión, representantes de 72 escuelas, “se batieron en tribuna” Mirón Lince, José Barragán, Sergio Tirado Quiroz, Tomás Hinojosa Balboa, Martha Servín Martínez, Javier Mastache y Ángel Verdugo Beltrán.
Fui uno de los detenidos en Ciudad Universitaria aquel 18 de septiembre; luego nos introdujeron en tráileres del ejército donde transportaban caballos. Nos llevaron al campo militar No. 1. Nos quitaron nuestras credenciales y las arrojaron por puños al piso. Con verdadero pánico nos mantuvieron de pie varias horas con los brazos cruzados detrás de la nuca. De madrugada un oficial dio la orden de que los seleccionados fuéramos liberados. Salimos a todo tren y nos perdimos en la oscuridad para llegar a nuestros domicilios. Dos semanas después sucedió la tragedia en la Plaza de las Tres Culturas; Gustavo Díaz Ordaz inauguraba las Olimpiadas 10 días después, con una ciudad “en paz”. No todo sería igual a partir de entonces en nuestro país. Fue un parteaguas en la historia nacional.
No hay comentarios.: