Éxodo
La terrible crisis social que viven los venezolanos ha obligado a centenares de miles de estos a abandonar el país que les vio nacer; con unas cuantas de sus pertenencias se han dirigido hacia los países vecinos con la esperanza de iniciar en alguno de ellos una nueva vida, en donde puedan convivir con dignidad y ser sujetos de los derechos fundamentales que todo ser humano debe gozar, sobre todo de paz, seguridad y mejora de su nivel económico, el que prácticamente han perdido como resultado de la perversa dictadura implantada en ese petrolero país sudamericano. Las imágenes de las multitudes en camino hacia un nuevo destino y las vicisitudes que sufren en la frontera con Colombia, Ecuador, Perú y Brasil son realmente patéticas y conmovedoras, pero también el éxodo se ha dirigido, aunque en menor cuantía, hasta las repúblicas de más al sur del continente. La gente huye porque ha perdido casi todo en su país; escapa a una amarga realidad, hundida en la miseria; se aventura a salir también por miedo a ser víctima de la violencia que ha generado el poder judicial y el ejército, en contra de quienes difieren del actual gobierno de Nicolás Maduro Moros.
El movimiento migratorio ha llegado a tal grado que en uno de los países que he nombrado, las autoridades han impedido su ingreso y destruido los campamentos temporales que los migrantes construyeron rústicamente dentro de su territorio; pero eso no es todo, existe el grave peligro de que el hacinamiento, la contaminación del ambiente por los detritus humanos y la misma promiscuidad, pueden conducir a la generación de brotes epidémicos de enfermedades transmisibles con las consecuencias que ello implica para la vida, principalmente para la población más vulnerable. Colombia ha sido el que generosamente ha permitido el ingreso de la mayor cantidad de refugiados, pero todo tiene un límite; de ahí el rechazo categórico a recibir a más desamparados.
Lo que sucede en Venezuela nos recuerda lo que han sufrido los habitantes de otros países en casi todos los continentes. En el nuestro no podemos olvidar la llamada “crisis de los balseros” provocada por los efectos de otra dictadura, en la República de Cuba; cientos de quienes se aventuraron a navegar en improvisadas balsas para llegar sobre todo a los Estados Unidos de América, fallecieron en el intento. Lo mismo ha ocurrido con las multitudes que se han arriesgado <y lo siguen haciendo> a atravesar el mar Mediterráneo para llegar a las costas de España y de Italia. No vamos lejos, como diría alguien coloquialmente, nuestro país es un ejemplo mundial de un constante movimiento migratorio hacia el gigante país del norte y hacia Canadá, aunque no hay duda de que mexicanos encontramos en todas las latitudes. La causa que ha motivado el movimiento migratorio de nuestros paisanos ha sido sustancialmente económica. Se han ido porque el famoso “sueño americano” les ha permitido un mayor ingreso, aunque su condición de indocumentados les provoque continuas deportaciones, malos tratos al ser discriminados y un nivel de vida no siempre mejor durante su estancia en esa nación. Lo mismo podríamos decir del éxodo de centroamericanos, aunque estos últimos huyen también por otras razones, como son la situación de violencia y de inseguridad que prevalece en sus países
El movimiento migratorio ha llegado a tal grado que en uno de los países que he nombrado, las autoridades han impedido su ingreso y destruido los campamentos temporales que los migrantes construyeron rústicamente dentro de su territorio; pero eso no es todo, existe el grave peligro de que el hacinamiento, la contaminación del ambiente por los detritus humanos y la misma promiscuidad, pueden conducir a la generación de brotes epidémicos de enfermedades transmisibles con las consecuencias que ello implica para la vida, principalmente para la población más vulnerable. Colombia ha sido el que generosamente ha permitido el ingreso de la mayor cantidad de refugiados, pero todo tiene un límite; de ahí el rechazo categórico a recibir a más desamparados.
Lo que sucede en Venezuela nos recuerda lo que han sufrido los habitantes de otros países en casi todos los continentes. En el nuestro no podemos olvidar la llamada “crisis de los balseros” provocada por los efectos de otra dictadura, en la República de Cuba; cientos de quienes se aventuraron a navegar en improvisadas balsas para llegar sobre todo a los Estados Unidos de América, fallecieron en el intento. Lo mismo ha ocurrido con las multitudes que se han arriesgado <y lo siguen haciendo> a atravesar el mar Mediterráneo para llegar a las costas de España y de Italia. No vamos lejos, como diría alguien coloquialmente, nuestro país es un ejemplo mundial de un constante movimiento migratorio hacia el gigante país del norte y hacia Canadá, aunque no hay duda de que mexicanos encontramos en todas las latitudes. La causa que ha motivado el movimiento migratorio de nuestros paisanos ha sido sustancialmente económica. Se han ido porque el famoso “sueño americano” les ha permitido un mayor ingreso, aunque su condición de indocumentados les provoque continuas deportaciones, malos tratos al ser discriminados y un nivel de vida no siempre mejor durante su estancia en esa nación. Lo mismo podríamos decir del éxodo de centroamericanos, aunque estos últimos huyen también por otras razones, como son la situación de violencia y de inseguridad que prevalece en sus países
Son muy impactantes los datos que aparecen en el Informe 2018 de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, cuyo Director General es William Lacy Swing. Destaca el volumen de migrantes que alcanzó la cifra aproximada de 244 millones en el 2015, lo que representó el 3.3% de la población mundial en ese momento, y va in crescendo. Tal cifra significa que una de cada 30 personas vive en calidad de migrante. Por otra parte, el 52% son del sexo masculino y 48% del femenino. La carga de dicha población se sitúa entre los 25 y 54 años de edad. Los principales movimientos migratorios ocurren en Asia, Europa y hacia los Estados Unidos de América, y cada vez más, los países establecen medidas más drásticas para cuidar sus fronteras e impedir el flujo de migrantes; sin embargo, estos seguirán en el intento de huir de sus naciones en un proceso social que parece no tener fin.
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