Casas en serie

En esta misma columna se publicó mi artículo que llevó por título “¿Vivienda digna?” En síntesis abordé el tema enfocándolo al infame espacio físico que se destina a la vivienda que habita un elevado porcentaje de familias mexicanas y que pomposamente se conoce como “de interés social”, la que sin escrúpulos se la ha promovido de manera mediática con frases tales como “el mejor patrimonio para tus hijos”, a sabiendas que no lo es, o tal vez podría serlo si los matrimonios solo tuvieran un hijo; pero cuando los descendientes son dos o más el asunto de la herencia se vuelve complicado. De por sí la superficie en metros cuadrados del terreno donde se ubica ese tipo de vivienda es tan insignificante, cómo poder heredar ese inmueble a dos o más personas.

El tema lo traigo nuevamente a colación porque en el viaje que hicimos en esta semana mi esposa y yo de la Ciudad de México a las ciudades de Santiago de Querétaro y luego a la de Guanajuato, observamos en el trayecto hacia esos destinos y al retorno a la capital del país, decenas de fraccionamientos en los que el común denominador es la prevalencia de pequeñas casas en serie aunque con diversos diseños, de una planta <las menos>, otras de dos y otras más de condominios integrados por departamentos. Nos llamó la atención que predomina en las fachadas el color blanco y en las azoteas uno o dos tinacos o tanques de agua, posiblemente con capacidad para almacenar 1,100 litros del vital líquido, pero también las hay de un volumen mucho menor.

En la Ciudad de Santiago de Querétaro, que se ha desarrollado de manera impresionante en lo que va del presente siglo, pululan los fraccionamientos habitados por las familias que podríamos llamar de clase media, en donde las casas oscilan entre los 120 y 150 metros cuadrados y cuyo costo va de los 2.5 a los 3.5 millones de pesos, las que pueden pagarse al contado o a plazos en 10,15 o 20 años. Visitamos algunos de ellos. El diseño de dichos inmuebles es modernista, con tendencia animalista, de buen gusto y con acabados finos. Constan de los espacios clásicos de una casa habitación: sala, comedor, cocina equipada, cuarto de lavado, dos baños completos <uno de ellos comunitario para servir a dos o tres recámaras>, sala de estar o de juegos y cada recámara con su respectivo closet. Fuera de la vivienda hay espacio para colocar dos automóviles y existe un pequeño jardín en la parte posterior. Las de mayor valor disponen, por supuesto, de un equipamiento más amplio e incluso hasta de una habitación con terraza. Con todo y sus bondades, estas viviendas clasemedieras, al igual que las de interés social, no constituyen realmente un patrimonio para los hijos, salvo que solamente haya un descendiente. Generalmente, las parejas de los matrimonios que las habitan trabajan cada uno por su lado, mientras que sus dos o tres hijos asisten a guarderías ó a planteles de educación básica de tipo privado. Dichos fraccionamientos tienen seguridad privada y un solo acceso para el ingreso y salida de sus habitantes y de quienes los visitan, además de áreas verdes muy bien conservadas, área de juegos infantiles y para la práctica de algunos deportes. En esas dos ciudades y en las de menor población como San Juan del Río, Celaya, Salamanca e Irapuato, la demanda de vivienda es muy elevada e insuficiente, pues los fraccionamientos que se crean inmediatamente satisfacen las solicitudes de sus clientes, y nacen como hongos otros fraccionamientos en su alrededor. De cualquier manera, si bien es cierto que se satisface una imperiosa necesidad de que las familias cuenten con una casa habitación, sin embargo, como ya es bien sabido, se genera una problemática social, porque el impacto es tremendo, ya que hay que dotar a los fraccionamientos de los servicios básicos: agua potable, recolección de basura, drenaje y alcantarillado, energía eléctrica, telefonía, escuelas, etc. Además, la distancia a estas últimas, centros de trabajo, centros de abasto de toda clase de consumibles <tiendas departamentales>, y templos religiosos es cada vez mayor, lo que implica un incremento en el gasto de combustible para los automóviles y el desgaste natural de estos vehículos. ¿Qué les espera a las nuevas generaciones?

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